sábado, 31 de octubre de 2009

Penosa política –> Incierta economía.

Leía ayer en el blog de Paul Krugman (ganar el Nóbel eleva el caché, pero intentaré no emplear la falacia ad Verecundiam durante mucho rato), que el uso político de las variables económicas puede condicionar las propias políticas económicas, centrándose en el déficit:


If I were a politician, I’d focus on providing real improvements in peoples’ lives, rather than seeking déficit reductions the public won’t even hear about.

Traducción: Si fuera político, me centraría en proveer de verdaderas mejoras en la vida de las personas en vez de buscar reducciones del déficit de las que el público no va a oír hablar. (Y perdonen mi ingles).

La gente, en aspectos económicos, está totalmente influenciada por las noticias y los periódicos. Cuando salen los datos del paro, estos copan todas las noticias y las portadas de los periódicos como signo inequívoco de la crisis, y del déficit público se habla poco.

Además es una de las variables económicas más politizadas. Si el paro baja, baja y se acabó, y nadie lo puede defender. Pero la izquierda puede llegar a defender un déficit alto mientras la derecha lo critica. El IPC sería una variable menos politizada, pero que también genera debate. Los hay que prefieren la deflación, la estabilidad e incluso cierta y pequeña inflación.

Lo que está claro es que el que está en el poder va a intentar ganar las elecciones, y lo que ellos hagan para que eso suceda depende de los votantes, que son quienes votan. Si estos sólo atienden a dos o tres variables como es el paro, el IPC y la tasa de crecimiento interanual, el déficit sobra de la ecuación política, y los estados pueden endeudarse lo que quieran para intentar mejorar los tres “aspectos importantes” de la economía.

Comportamientos como los del Partido Popular no ayudan, ya que están predispuestos a atacar y criticar cualquier tipo de medida económica que suponga aumento del déficit, inclusive aludiendo a la propia ciencia económica y afirmando que en crisis el estado tiene que bajar el gasto público (cosa totalmente imposible). Lo que deberían pedir (y por ende, el gobierno debería hacer, si no los critico es básicamente porque ya he perdido la fe), es pedir más optimización del gasto. Porque debe hacerse, pero debe hacerse bien.

Saludos.

viernes, 30 de octubre de 2009

Estamos endeudados hasta el 250% del PIB

Según leo en ElEconomista.es, en un tema del día 20 de octubre.

Que el crédito es algo que muchas veces va de forma totalmente ajena a la economía no es nuevo. Sólo así podemos entender como es posible que un país este endeudado hasta el 250% de su producto interior bruto.

En muchos casos, como en la compra de pisos y la tremenda escalada de precios inmobiliarios previos a la crisis, estas deudas son meros espejismos económicos. Si, debemos una pasta gansa, pero por algo que no lo vale, ni por asomo. Es decir, hemos firmado deudas por valores que no se correspondían al verdadero precio económico que, sin incentivos de la burbuja hipotecaria, habríamos tenido.

Puedo suponer, quizás de forma errónea, que esto se ha repetido en todas partes.

De igual forma, es posible que la deuda este doble o tríplemente contabilizada.

Si mis clientes me deben 1000 euros, y yo les debo 1000 euros a mis proveedores, la deuda total es de 2000, pero en cuanto los clientes me den a mi 1000, la deuda total se va, y si la cadena es más larga, pues otro tanto.

Como apunte final, las empresas deben 1,3 billones, las familias casi otro billón, y el sector público medio billón.

Cuando hablamos de que el gasto público aumenta la deuda pública, deberíamos también hablar de cuanta deuda total se está creando.

Es posible que el incremento del gasto público potencie la economía de forma que solvente un porcentaje dado de la deuda no estatal, y que por tanto la deuda neta no aumente, o no aumente tanto como podríamos pensar. Pero como no tengo datos, lo dejo aquí.

Saludos.

jueves, 29 de octubre de 2009

Internet, el reflejo superfluo de una productividad atrasada

Hace poco participe en una encuesta realizada por AIMC (tienen tiempo hasta el 13 de diciembre), pero hoy leía en ElEconomista algunos datos sobre otra realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).

 



En general, podemos dejar de lado cualquier tipo de dato estadístico sobre hábitos, básicamente por que la muestra de usuarios que han respondido a la encuesta dudo que se acerque a una muestra realmente representativa.

El hecho de que, en general, Internet sea un producto más caro y más lento que en otros países de alrededor no es, ni algo sorprendente, ni una novedad. Pero eso no puede impedir que no intentemos nada por impedirlo.

 



Este es un claro ejemplo en el que el mercado por si sólo no puede proveer de un servicio suficientemente eficiente. Las empresas proveedoras de Internet, como de telefonía móvil, no quieren que el usuario disponga de lo que podría verdaderamente disponer tecnológicamente hablando. Las empresas sólo quieren ganar beneficios.

Internet no es uno de esos bienes-patatas capaces de ser intercambiados por gustosos nabos cuando nos parezca que el precio sea demasiado caro y el producto insatisfactorio. Internet es uno de esos bienes que producen miles de quejas repartidas por su mismo servicio a base de blogs y comentarios foriles sin que eso repercuta en la propia provisión del bien. ¿Y qué hacemos? ¿Nos quitamos Internet hasta que las empresas suban precios?

 



La autoridad española o europea debería hacer algo al respecto. Pero de momento nos quedamos con un quiero y no puedo, lamentándonos mediante palabras perdidas que no consiguen nada.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Por decir algo

A estas alturas ya hay demasiada literatura sobre el origen de la crisis.

Me da en un cierto pavor entrar a una librería y encontrarme un estante lleno de libros que intentan explicar lo mismo con diferentes posturas y palabras. No digo que este mal, la información nunca está de más, pero a veces parece que la crisis es una simple moda que habrá de pasar.

Mucho más interesante me parece el debate sobre lo que se debe hacer (no lo que se debió, eso ya está enterrado en el mundo de los quizás y los sies sin acento).

En primer lugar, el debate es una merca contraposición de opiniones que intentaran buscar sus propias justificaciones. Hay tanta literatura de tantos parcelas del espectro ideológico que la objetividad queda postergada al ejercicio de los casos y problemáticas ideales.

Para las crisis aun no se ha recetado la medicina correcta.

Hay quien piensa que hay que atiborrar al paciente de pastillas a la espera de que alguna funcione y hay quien piensa que deben ser los anticuerpos los que solucionen los problemas para, además, fortalecer el cuerpo. (no se asusten, las analogías con la medicina tienen una larga historia económica, y es que a pesar de los que muchos quieren hacer creer, o al menos, bajo mi opinión, la ciencia económica tiene más de anatomía económica que de física económica).

En cualquier caso, creo que todo el mundo daría todo lo que pudiera dar a los demás siempre y cuando eso no le perjudicara. Como estado, debemos seguir la misma regla.

Por un lado debemos compaginar las soluciones de corto con las de largo plazo. Debemos mantener a las familias en un estado de subsistencia más o menos acomodada, debemos suavizar el ciclo, impulsar el crecimiento y mantener a raya a las variables relevantes (en este caso el empleo, tras el vendrá directamente la producción, y de la inflación no hay demasiado problema si bien hay que echarle un ojo de vez en cuando).

El debate se centra en tres preguntas que habría que tener al menos en consideración personal.

1º- ¿Cuánto queremos intervenir en la economía?

2º- ¿De qué modo queremos intervenir?

3º- ¿Qué queremos conseguir interviniendo?

Tranquilos, en breve será pasado.

Y nos reiremos de todo aquello que se quedó atrás, y entenderemos que no sabíamos nada y que nos queda todo lo demás.

Tranquilos, en breve será pasado, y el futuro ya llegará.