domingo, 21 de marzo de 2010

Narrativa económica: El señor Noel (1º parte)


Introducción


Papa Noel está ahora mismo en algún lugar de la existencia paseándose con un caramelo de azúcar y canturreando algún villancico mientras se preocupa de la economía mundial.

No sé muy bien que es lo que le pasa a este hombre, ni cual es la motivación secreta, que le induce a hacer lo que hace, lo único que puedo entender, y utilizar como base de toda la argumentación, es el hecho de que todas las navidades cientos de personas encuentran regalos bajo el árbol de navidad, traídos por el viejo señor Noel.

Así pues, creo que es de interés popular intentar entender como es el funcionamiento del sistema económico que permite al señor Noel realizar todo este tinglado.

Incentivos. (O qué motiva a Papa Noel)


En cada teoría económica que encuentres, el papel de los incentivos es crucial para que la matemática o el desarrollo que ahí se despliega tenga algún sentido y coherencia desde el punto de vista operativo. Es decir, la gente trabaja para cobrar, y cobra para comprar, y compra para obtener algo, y lo obtiene porque lo quiere, y lo quiere porque le aporta algo, un bienestar.

Este es el sentido “egoísta” fundamental que Adam Smith (y ya otros antes) le daban al ser humano como clave para el funcionamiento de la economía, y generalmente se trata de estudiar como estos (y muchos otros incentivos de la misma categoría) modifican o determinan nuestro comportamiento económico en la sociedad.

La mezcla entre nuestros intereses y los del resto, unido al trabajo que tenemos que realizar como sociedad (e individuo) para obtener los bienes que queremos, determinan, en el mercado, los precios a los que intercambiamos los bienes.

Todo bien tiene un precio porque todo bien ha sido producido por alguien (o recolectado, o creado), que espera tener una recompensa, por parte de alguien que quiera el bien producido, con la que poder conseguir los bienes que el mismo quiere conseguir.

En el caso de que alguien quiera lo que el mismo puede producir, entonces hablamos de autoconsumo, y si fuera general, el mercado no tendría por qué existir. Esto es algo básico en las economías agrarias del pasado, donde el mercado existía, pero en cantidad mucho (pero mucho) menor que en la actualidad.

En la actualidad hay infinidad de bienes, y para cada uno se necesitan varios trabajos especializados, por lo que nadie puede producir para si mismo, es decir, todos tienen que intercambiar lo que hacen por lo que verdaderamente quieren, y así nacen los precios.

Caso a parte es la existencia de Papa Noel, que a todas luces no tiene incentivo ninguno (económico) para hacer lo que hace, ya que las familias que reciben sus regalos no pagan ningún precio y por tanto, él no recibe nada. Papa Noel, hasta donde sabemos, trabaja desinteresadamente para proveer de un bien específico (o una cesta de ellos) a los niños de una determinada zona del mundo.

1 comentario:

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